martes, 10 de diciembre de 2019

NÚCLEO 4

De pronto empecé a recordar...

Las imágenes están borrosas, no recuerdo los detalles, si ustedes recuerdan más detalles por favor ayúdenme a recordar jajaja necesito recuperar esas memorias, porque las bloquee de mi mente, era demasiado para mi en ese entonces. Pero hoy lo quiero recordar con mucho orgullo, porque fueron miedos que enfrenté y seguí enfrentando y siento bien bonito saber como he crecido y avanzado hasta donde estoy hoy (y me falta aun mucho por recorrer).

Pero a grandes rasgos, recuerdo que formamos en la secundaria, si no me equivoco estábamos en segundo, la famosa banda de rock NÚCLEO 4. Chuy en la guitarra, Giovani en la batería, Javi la otra guitarra y yo en la voz.

¿Cómo se nos ocurrió y cómo rayos nos pusimos de acuerdo? Me impresiona como fue nuestra organización para juntarnos y ensayar en casa de Giovanni jajaja a veces en casa de Chuy.

¿Iniciamos la banda para concursar en la Semana de la Sonrisa de San Pedro o fue desde antes? Ahí están los recuerdos aun de cuando nos inscribimos jajaja y las fotos, que luego subo.

Lo único que puedo recordar es que Giovanni decidió las canciones que sacaríamos: Whats Up! y Have You Ever See the Rain, porque creíamos en nuestra inocencia que si tocábamos algo nuevo y local nos podrían demandar.

Yo no sabía inglés y me estaba costando demasiado aprendérmelas, las tenía grabadas en un cassette y las reproducía una y otra vez en mis walkman, incluso las escuchaba mientras dormía... Jamás logré aprendérmelas.

Se iba a llegar el día y Giovanni dijo: "Ok, yo me aviento la de Creedence y cantas solo el coro. Pero tienes que cantar Whats Up!". Y me di a al tarea de escribir la letra en una gran pancarta.

Se llegó el día y lo único que recuerdo es estar sobre el escenario en un jardín de la UDEM, con todos viéndome en el público. Salió la de Creedence primero, cantar el coro no fue problema, llegó la hr de brillar... ¡Sí claro! Empezó la canción y yo no entraba, otra vuelta y yo no entraba, estaba congelada del miedo, hasta que me gritó Chuy o no sé quién que entrara y yo solo contesté: "Se me olvidó la canción" al micrófono. ¡Fue la cosa más horrible! No recuerdo qué amiga fue, pero era quien llevaba la pancarta con la letra y entonces salió al rescate y la abrió, comencé a cantar y al final todo salió muy bien. Pero obviamente fuimos descalificados...

Después cantamos unas cuantas veces canciones en eventos de la escuela y siempre pedía una silla para cantar sentada porque así me sentía más protegida, creo que incluso en un día de las madres o del padre algunas amigas entraron de coristas para acompañarme y sentirme segura.

En la prepa nos volvimos a juntar para participar en el UNICANTA, fue divertido componer una canción de cero, no recuerdo mucho de esa parte, solo que la letra hablaba de lo que vivíamos cuando ensayábamos, era una letra de puras tragedias divertidas que nos pasaban como grupo. Creo que la escribió Giovanni...

Recuerdo los ensayos, que incluso me intentaron enseñar a tocar el bajo, no soportaba su peso si quiera jajajaja

De pronto mis recuerdos se van a estar cantando en el auditorio de la prepa 23, no recuerdo mucho solo en general el haber cantado ahí. y que habíamos ganado por lo que pasaríamos a competir con las prepas y facultades ganadoras en el Teatro Universitario.

Cuando llegamos ahí solo recuerdo dos cosas: No haber querido hacer souncheck porque me daba pena, no querer probar el micrófono, hablar ni cantar. Entonces ya se imaginarán cuando el auditorio estaba lleno de gente. Las luces me aturdían, la música sonó, la voz salió, no se me olvidó esta vez, pero sí salió horrible en mis nervios, según recuerdo.

Y pues es el último recuerdo que tengo de Núcleo 4. Nos separamos esta vez para siempre....

Yo quedé traumada de por vida hasta que volví a cantar a mis 25 años cuando decidí entrar a FAMUS a tomar clases de canto y me costó los dos años y medio que estuve ahí perderle el miedo poco a poco. Después decidí volver a la actuación y eso me dio aun más seguridad en el escenario.

Hoy vuelvo a cantar con una banda de covers y no puedo creer que lo estoy haciendo, venciendo el miedo al público, al escenario, el miedo a mi misma. Sentirme segura, divertirme, cantar y disfrutarlo.

Y pensar que todo empezó en un: "se me olvidó la canción..."

lunes, 4 de noviembre de 2019

Lo que me dejó el Tae Kwon Do

Nunca he escrito sobre el TaeKwondo, hablo mucho de ello, pero jamás he externado todo lo que me ha dado.

Ahora que ya no forma parte de mi vida, que lo veo de lejos, desde afuera, me he puesto a reflexionar, en todo lo que me dio y que agradezco tanto.

Desde niña lo primero que desee ser fue actriz y cantante. Soñaba con aparecer en la tele, en el cine, llenar auditorios y transmitir emociones con mi voz, con la música. Pero crecí siendo muy insegura, llena de miedos. No sabía tomar decisiones ni pedir tomar clases, hacer algo, a todo le temía.

A los 10 años mi hermana vio una escuela de Taekwondo y le dijo a mi mamá que nos metiera, como a mi mamá siempre le gustaron las artes marciales nos metió a todas e incluso ella, estábamos mis dos hermanas, mi mamá y yo.

Fue mi salvación. El primer día lloraba del miedo, de la pena, de ver que yo no sabía hacer nada, que no llevaba uniforme como los demás, que no conocía a nadie, me sentía rezagada, excluida, sola.

Pero me gustó, me gustó mucho y no dejé de ir. Poco a poco pasaron los meses y fui haciendo amigos, me compraron mi uniforme, mejoré mis patadas, mi coordinación, aprendí formas.
Apenas había hecho mi primer examen y mi maestro me llevó a un torneo, se suponía que debía ser al menos cinta amarilla para pelear, pero ya me había estado preparando en clase y vio que me gustaba pelear, no le tenía miedo, incluso siempre me ponía con niños. Así que no dudó en incluirme en el torneo.

Fue en el Gimnasio Nuevo León lo recuerdo bien, era de formas, rompimiento de tablas y combate. No había adversarias para mi y me pusieron con un niño. En teoría solo se deben pelear hombres con hombres y mujeres con mujeres, pero mi maestro sabía que yo no pondría peros y a mi mamá tampoco le importó así que le entré. Y gané.

Ahí empezó todo. Jamás dejé de entrenar, de presentar, de aprender, de pelear. Se fueron saliendo todas, primero mi hermana la más chica, luego la de en medio y al final mi mamá. Quedé solo yo. La que tenía miedo, pena y no quería estar ahí. Había encontrado mi pasión. Me daba seguridad, me hacía sentir mejor, cada vez tenía menos miedo. En la escuela todos me respetaban porque practicaba Taekwondo, jamás alguien se metió conmigo.

Crecí y tuve la oportunidad de hacer teatro y cantar en el coro de la escuela, lo hice me encantaba, pero jamás dejé de entrenar, de competir. Las Olimpiadas de Sydney 2000 fueron las primeras que vi ya siendo taekwondoína y fueron casualmente las primeras en las que el Taekwondo fue integrado como deporte de Olimpiadas. Me enamoré, comenzó mi sueño de ir a las Olimpiadas, "un día estaré ahí." Lloré tanto en cada una de las inauguraciones de Las Olimpiadas cada 4 años... soñando añorando estar ahí representando a mi país.

Iba a las competencias y me halagaban, me decían que era fuerte, buena competidora, que podía llegar lejos. Un día fui seleccionada, para entrar al equipo de la Selección de Nuevo León. Pero no tenía quien me llevara a los entrenamientos pues era muy lejos de mi casa, yo era aun muy chica y no me dejaban irme en camión. Yo aun era muy miedosa como para enfrentar a mis padres, lo que ellos decían eso era, así que ni rezongué, simplemente me quedé local.

A los 17 años me fui unos meses a vivir a USA y como me estaba preparando para presentar la cinta negra mientras estuve allá seguí entrenando en una escuela de la localidad. Ahí el maestro me apoyó muchísimo, yo seguía entrona, fuerte y sin miedo a los golpes. Competí allá y gané 2do lugar, solo porque las reglas allá eran ligeramente diferentes y no supe como defender ciertos golpes a los que yo no estaba acostumbrada. Pero le saqué muchos sustos a todas porque yo golpeaba muy fuerte a comparación de las demás.

Le conté a el maestro mis sueños, mi deseo de ser cinta negra e ir a las Olimpiadas. Me ofreció entrenarme con alguien que preparaba gente para ir a las Olimpiadas si quería podría quedarme, mis tíos podrían adoptarme y ser mis tutores legales, yo podría ser residente y representar un día a USA en las Olimpiadas... Mi sueño podría hacerse realidad. Pero yo dije que no, que si un día llegaba hasta ahí sería representando a mi país, porque yo soñaba con ver la bandera de México alzarse y cantar mi himno nacional.

Volví a casa decidida a presentar el examen de cinta negra, que para pagar tuve que trabajar, con mucho sacrificio, dejando las fiestas y las amistades por entrenar, competir, dormir temprano, comer saludable, trabajar y estudiar, no dejar de entrenar.

Finalmente presenté el tan anhelado examen en Puebla, 3 días de seminario y examen. Fui la más feliz lloré tanto cuando me entregaron mi cinta, la ceremonia fue super emotiva. Regresé a casa con 18 años cumplidos muy feliz de un logro más en mi vida.

Acababa de entrar a la Universidad, seguí entrenando, aunque con menos frecuencia, ya trabajaba y estudiaba, la Facultad me quedaba sumamente lejos al igual que el trabajo, cada vez tenía menos tiempo, pero no lo dejaba.

Me mudé finalmente de casa más cerca de la Universidad y con el dolor de mi corazón dejé la escuela que me inició, que me vio crecer y convertirme en cinta negra. Pero no quería dejarlo así que no tuve opción. Luego a falta de equipo de Taekwondo en mi Facultad yo pedí permiso en dirección y creé mi propio equipo para competir en la Universiada. Hice la convocatoria, a la cual respondieron 4 personas, yo los entrenaba en mi casa, pues en la escuela no había espacio.

Los llevé a competir y uno sacó medalla, entonces nos voltearon a ver. Para entonces yo estaba en mi último semestre. Cuando me gradué les dieron uniformes, finalmente les dieron su lugar y tuvieron un entrenador y espacio para entrenar ahí mismo. Yo me fui y no alcancé a disfrutarlo pero me fui feliz de haber hecho algo por la Facultad aunque nadie supo nunca que yo lo inicié.

Comenzó mi vida laboral. Dejé finalmente el trabajo que me dio para pagar toda la Universidad, para hacer algo más de acuerdo a mi carrera. El trabajo me fue consumiendo cada vez más, el tiempo, el cansancio, el estrés. Poco a poco lo fui dejando, lo dejaba un año, luego volvía, 6 meses me desaparecía y luego volvía. Fui maestra de Taekwondo incluso por 6 meses, fue algo increíble, maravilloso, hermoso. Enseñar siempre fue algo que me gustó, preparar pequeñas mentes para crecer siendo grandes seres humanos. Pero tristemente no me podía mantener con lo que ganaba, y nuevamente me fui a otro trabajo que me desgastaba, hasta que a los 25 años lo dejé por completo y esta vez ya no volví.

Decidí retirarme el día que me di cuenta que el Taekwondo ya nunca me daría lo que tanto anhelaba. Cada vez bajaba más mi rendimiento a falta de constancia, necesitaba mejorar mucho mi técnica, mi condición, había chavas más jóvenes que yo, más fuertes y ágiles que yo. Ya no había competencias para gente de mi edad, ya no podría avanzar más. Solo lo practicaría como deporte de hobby y para mantenerme en forma. Eso no era lo que yo esperaba del Taekwondo, mi sueño cada vez estaba más lejos. Así que decidí que me retiraría en ese momento y recordando mis mejores momentos, cada anécdota hermosa que tuve, de golpes sufridos en entrenamientos, en competencias, cada vez que me levanté, cada vez que tuvieron miedo de pelear conmigo, cada derrota, cada victoria, cada coraje, cada sacrificio, la seguridad que me dio, los años de amistades, de viajes, del olor al sudor impregnado en el equipo de protección, del sudor corriendo por la frente, del tatami en mis pies descalzos, los moretones, las ampollas, quemaduras. Que buenos recuerdos.

El Taekwondo me dio mucho, me dejó grandes enseñanzas, de disciplina, persistencia, de esfuerzo y constancia. Dejó un vació tan grande que tenía la necesidad de llenarla con algo más, sentía que mi vida no tenía sentido si solo vivía para trabajar. Entonces lo decidí, recordé lo mucho que amaba la música y la actuación. A la vez recordé el miedo que tenía de pararme frente al público, pero decidí enfrentar ese miedo y superarlo. Entré a clases de canto, luego a un taller de actuación, poco a poco y con los años fui superando esos obstáculos y metiéndome más y más hasta que hoy puedo decir que ya no me duele haber dejado el Taekwondo y creo que por algo pasan las cosas, mi destino estaba en el arte. Disfruto mucho actuar, estar en el escenario, estar frente a la cámara. Finalmente amo lo que hago y aquí no me da miedo ser demasiado grande para empezar, sé que aun puedo lograr algo, nunca es tarde, seguiré mi camino, hasta donde me lleve.

lunes, 8 de mayo de 2017

Ser mayor

Un día desperté y mi sueño de niña de ser mayor se había hecho realidad. 

Quería tener 25 y quedarme ahí para siempre. Creía que era la edad perfecta porque tendría edad suficiente para tomar mis propias decisiones, hacer lo que quisiera y ser aun joven. 

Hoy estoy cada vez más cerca de los 30, me di cuenta que el tiempo no se detiene y sigue corriendo rápido sin consideraciones. Ahora quisiera volver a ser niña, disfrutar de jugar, ir a la escuela, entrenar taekwondo, hacer teatro, cantar, demorarme libros enteros y escribir como hacía antes, tener tiempo para todo, que el tiempo corriera lento. 

No me puedo quejar, fui niña cuando debía ser niña, viví cada etapa como debía, disfruté cada momento. Pero ahora que estoy entrando a una nueva etapa como adulto no puedo dejar de recordar todo eso con nostalgia. Escenas vagas vienen a mi mente como flashazos instantáneos de mis películas favoritas. 

Recuerdo todo lo bueno y lo malo, pero todo lo recuerdo con cariño porque es lo que me ha formado, sinceramente estoy orgullosa de la mujer en quien me he convertido. 
Esos días en el cuarto de ensayo con mi papá cantando el pato patito, bailando sobre la cama con mi tía kikis, platicando horas enteras con mi mamá, viendo series y películas de cosas sobrenaturales. Los veranos en León con mis abuelos, los viajes a la playa, la comida y las meriendas de mi abuelita Rosalba. Los juegos de mesa, las travesuras con mis hermanas, Camila (te extraño Camila), las idas al cine en familia, las comidas en Saltillo, las visitas a los abuelos, las Navidades en grande. Los cumpleaños, las piñatas, las noches del grito en la plaza, mis grabaciones de locución con la grabadora de mi hermanita, mis cassettes con mis canciones favoritas, el coro de la iglesia y de la escuela, las clases de Taekwondo y teatro, los amigos, las fiestas. Las peleas por los permisos, el primer beso, el primer amor, la depresión de pubertad, los cambios fisiológicos y psicológicos. Los diarios, los cuentos, los poemas, los libros. Pasaba horas y horas enteras leyendo y escribiendo, sino iba a ser periodista iba a ser escritora, seguro que sí. 

Mis prioridades y visión del futuro fueron cambiando, pero mis sueños no. Soñaba con ser cantante, actriz, escritora, deportista profesional. Aun sueño con todo eso… 

Nunca pensé cómo sería estar con alguien en mi adultez, cómo sería la persona con la que estaría ni cómo viviría. Aunque siempre fui muy enamorada, pensaba que nunca encontraría a esa persona ideal para mí, alguien que me quisiera tal cual soy, con quien no tuviera miedo de mostrarme en mi estado natural, que amara tanto mis defectos como mis virtudes, que amara lo que hay dentro de mí y no solo lo que se ve afuera. 

Muy joven viví muchas experiencias amorosas, experiencias que me fueron llevando a aprender y madurar en ese aspecto, a valorarme más y valorar a los demás, aprender de mis errores y mejorar. 

Hace tres años llegué a ese punto donde estaba lista, lista para recibir al amor de mi vida. Hoy estamos juntos y emprenderemos un nuevo viaje, un nuevo camino de la mano. 

Me siento feliz, me siento completa, estoy lista para lo que viene, me emociona seguir viviendo, aprendiendo, creciendo y madurando ahora con él. 

Gracias a mis padres que me ayudaron a llevarme por el buen camino, que me acompañaron en el viaje de la niñez, la pubertad, adolescencia y juventud. Gracias por seguir aquí apoyándome en cada decisión y cada camino que tomo. 


Formo parte de una hermosa familia y ahora formaré la mía.<3 nbsp="" p="">

martes, 29 de marzo de 2016

¿Cómo saber que estás con la persona correcta?

No solo es quien te hace feliz, es con quien sabes que eres libre y no tienes que utilizar la frase: "quiero estar soltero(a) para ser libre".


¿En qué momento la relación de pareja se convirtió en un candado o una esclavitud? Siglos atrás no te dejaban decidir, te casaban por conveniencia, lo que sea mejor para la familia. Hoy (en casi todos los casos) nadie te obliga a estar con quien estás, tú decides eso, ¿porqué entonces si tienes libertad de decidir con quien estar, hacerlo con quien te sientes atado(a)?

Somos individuos libres y nadie tiene derecho a privarte de tu libertad de ser, pensar, decidir y hacer.

El día que encuentres a una persona con quien puedas ser tú mismo sin restricciones, con quien puedas decir lo que piensas sin miedo, con quien puedas hacer lo que te gusta sin que te lo prohiban, cuando puedas compartir tu vida con la pareja sin tener que cambiarla, cuando puedas salir con tus amigos, ir de viaje, tomar clases, trabajar o cualquier cosa sin reproches de tu pareja, entonces sabrás que estás con la persona correcta.

Una persona que respeta quien eres, que te valora por lo que eres, que te admira por tus logros, que te ama por como eres, que no espera cambiarte, sino ama tus defectos tanto como tus virtudes.

Y si eres de las personas que por el contrario no saben dar libertad, piensa bien en lo que haces. No somos dueños de nadie, no podemos poseer a una persona, no podemos prohibirles nada, debemos aprender a confiar, amar y dejar ser. Si no te gusta como es, su ritmo de vida o lo que hace, entonces no es la persona indicada para ti, no puedes cambiar a una persona para que sea lo que tú deseas o esperas.

Cuando aprendemos a amarnos y respetarnos a nosotros mismos, a disfrutar y entender lo que la libertad implica, ese día encontraremos ese amor maravilloso, mágico y que parecía imposible. Porque nada es imposible, todo lo que deseas lo puedes obtener.

Las cosas son fáciles, las personas somos las difíciles, complicamos las cosas al intentar reparar lo irreparable, intentar solucionar con métodos que sabemos no son la real solución, pero tememos hacer lo correcto.

No te permitas sufrir, nadie tiene la necesidad de hacerlo ni merece hacerlo, todos tenemos derecho a la felicidad, pero la felicidad está en ti, no en los demás. Esa es la clave, que la persona que llegue a tu vida comparta tu felicidad y la haga más grande, pero jamás lo contrario.





miércoles, 2 de diciembre de 2015

Ser adulto es

¿Cuándo me convertí en un adulto? Me di cuenta cuando cambié los tenis por zapatos, las mochilas por bolsas de mano, los dulces por maquillajes y la cartera con cartitas y dibujos por tarjetas, recibos y dinero que yo había ganado, cuando tuve que trabajar para cubrir mis necesidades y deseos; cuando compré mi primer carro; cuando obtuve mi primer trabajo titulada, cuando mi clóset de pronto cambió totalmente por ropa de vestir y tacones, cuando mi celular no paraba de sonar y el trabajo no me dejaba descansar. Cuando dejé de jugar y comencé a preocuparme por que el dinero alcanzara.

De pronto voltee atrás y vi que habían pasado 15 años cuando apenas era una niña que saltaba en las escaleras, veía caricaturas, escribía en su diario, salía con su familia al cine, hacía pijamadas con sus amigas, iba a los bailes escolares, y entraba apenas a la pubertad. Deseaba en ese tiempo tener 21 años, la edad perfecta creía yo, pues eres mayor para hacer todo lo que deseas pero eres aún muy joven y puedes disfrutarlo todo.

Muchas cosas de las que imaginé que haría para esa edad fueron verdad, ya trabajaba, me compré un auto y ya manejaba fuera de la colonia, ya estaba titulada e intentaba vivir una vida más independiente, ¡ya no temía por los permisos o por tener novio!, hacía finalmente lo que de adolescente no me dejaban. Pero en ese momento aún estás en una etapa de gran aprendizaje ¡y nunca se deja de aprender!, sigues creciendo y te vas dando cuenta de tus errores en base a tus experiencias, vas madurando.

Sin embargo el tiempo no perdona, sigue avanzando y nos quedamos a veces varados sin darnos cuenta que ya tienes casi 30 años. Para los de 50, 30 suena muy poco, muy joven, aún mucho por conocer y vivir, para los de 10, 30 suena muy grande, todo un adulto responsable, independiente, autónomo e inclusive con familia y la vida resuelta.

Pero la verdad es que cuando llegas a la edad adulta, cuando das ese salto, te das cuenta que realmente no sabes nada, no sabes como ser un adulto, no sabes qué debes o no debes hacer, pero te das cuenta que solo debes ser tú mismo y dejarte llevar. Es por eso que para todos es diferente, para unos tener 30 significa comenzar a vivir, a experimentar, conocer, aprender; para otros es ser un adulto responsable que debe mantener a su familia; para otros es una combinación de las dos anteriores.

Yo aún no cumplo 30, aun me faltan unos cuantos años, pero sé que llegarán muy pronto, así como llegaron los 26 que tengo hoy y lo que he entendido de ser adulto es que te llenas de responsabilidades, pero también tienes la libertad de elegir como deseas vivir y qué deseas hacer, entonces decidí ser un adulto joven que le gusta aún jugar y reír, hacer pijamadas, saltar y bailar, cantar y escribir. Decidí seguir siendo esa niña de 10 años, sólo con nuevos retos por superar.



jueves, 17 de septiembre de 2015

El momento de los 26

Hoy desperté y mi cuerpo era distinto, más repuestito dirían mis papás, de mi rostro salió tal vez la primer arruga y de mi cabello la primera cana, bueno tal vez no la primera, pero sí la más significativa. Desperté sabiendo cosas que antes no sabía ni entendía. Tal vez todo esto no fue de la noche a la mañana, pero el proceso a través del tiempo en un año consiguió lograr estos resultados.

Hoy desperté y ya tenía 26 años, entonces llega el momento de analizar mi vida hasta ahora, qué he logrado y que aún no. Qué ha sucedido en este año y si he hecho que valga la pena el tiempo transcurrido.

Sinceramente me siento orgullosa de mí misma. Hace dos años comencé el proceso del cambio, de la renovación, de encontrarme con Laura, de decirle quien soy verdaderamente y que no tenga miedo de ser ella misma. He avanzado mucho, he crecido mucho. He logrado vencer miedos y lo sigo haciendo. He comenzado a luchar por sueños frustrados, por esos sueños escondidos muy profundamente que a nadie decía porque yo misma me reprimía diciendo que jamás lo lograría. Hoy ya no veo nada imposible. Nunca es tarde, hubiera querido comenzar mi camino a los 15 como todo adolescente y ya tengo 26, muchos dirán que ya debería estar pensando en casarme y tener hijos pero quedé atrapada en el tiempo y apenas comienzo a vivir.

Estoy muy feliz de que después de que cumplí 22 años y comencé a no querer festejar mi cumpleaños, hoy 4 años después finalmente logré romper con esa tonta idea y decidí festejarme junto a dos amigas más, fue una gran fiesta, hubo mucha gente en mi casa como nunca, llovió horrores como en casi todos mis festejos/cumpleaños y sin embargo estaba feliz, porque la gente estaba ahí, todos estaban contentos y divirtiéndose.

Sigo teniendo a mi lado a mi familia, he creado un vínculo importante con nuevas personas, que ahora son grandes amigos míos. Todos estuvieron ahí ese día. Estuvo de nuevo un año más acompañándome mi novio, que ha ayudado a que siga siendo yo misma y que mi camino por la vida sea más sencillo y agradable.

He logrado algunos retos, otros aún están en proceso, me he puesto nuevos y aunque no todo en mi vida es perfecto, todo lo veo como pruebas que me pone la vida para poder subir un escalón más hacia el cumplimiento de nuevos sueños y metas, lo que me mantiene viva y con motivación para seguir avanzando.

Hoy estoy feliz pues me siento plena y completa, soy feliz con lo que soy y lo que tengo y de tener la oportunidad de seguir luchando por ser mejor.

¡Feliz cumpleaños a mi!


lunes, 19 de enero de 2015

Nuestro hogar, nuestro Planeta




¿Dónde están sus flores, sus plantitas, sus jardines, sus hortalizas? ¿Dónde están los bosques, las selvas, las mariposas, los pájaros y los demás animales?

El hombre de la actualidad está encerrado en un cubo oscuro donde sólo existen los empleos, los celulares, las computadoras, los televisores y videojuegos. Cada vez existen más 'gadgets' que los alejan de su realidad, ven todo a través de pantallas sin darse cuenta de que lo tienen frente a sus ojos.

Talan árboles para hacer centros comerciales y departamentos, matan animales por vanidad, poder, simplemente si les estorban en sus planes; usan materiales desechables que tardan más de 50 años en desintegrarse por el simple hecho de evitar la fatiga de limpiar, compran cosas nuevas por evitar la fatiga de reutilizar, avientan todo a la basura por evitar la fatiga de llevar las cosas a su lugar.

Nos hemos vuelto cada vez más perezosos, esclavos de la tecnología, de lo fácil, de lo contaminante. ¡Hemos logrado cosas inimaginables! Contaminar ríos, lagos y hasta mares. Derribar bosques enteros, matar hasta la extinción una raza animal, tirar tanta basura que ya no cabe en el Planeta, ignorar los problemas tan graves que hay a nuestro al rededor por estar tan ocupados viviendo nuestras vidas. ¿Acaso a eso le podemos llamar vida?

¿Cuándo fue la última vez que disfrutaste de respirar aire puro y fresco? De acariciar las hojas de un árbol, oler las flores sin  que hayan sido previamente arrancadas, de escuchar el canto de las aves por las mañanas, observar los cambios del cielo en el día, las nubes, las estrellas y la Luna; de acostarte en el césped a escuchar a la Madre Naturaleza.

No sólo es lo que le hacemos a nuestro Planeta, es lo que nos hacemos a nosotros mismos, creemos estar viviendo pero no es así, estamos demasiado contaminados y no nos hemos dado cuenta, ¡Necesitamos volver a la Naturaleza! Volver a sentir la tierra, trabajarla, amarla y cuidarla; volver a darnos el tiempo de respirar aire puro, de apagar nuestros dispositivos y voltear a nuestro al rededor y ver lo que sucede en él. Observar lo que nos queda y con lo que hemos acabado; hacer conciencia y ayudar, dar una solución. No podemos cambiar el Planeta entero, pero sí nuestro entorno y así crear un lugar mejor para vivir con salud y armonía el resto de nuestros días, dejando la mejor herencia que le podemos dejar a nuestros descendientes, nuestro Planeta.